Por Cassie Wright
Actualizado el October 16, 2024
Todos sabemos que los adultos son muy malos para aprender nuevos idiomas.
Bueno… Al menos eso es lo que se dice. Todo el tiempo.
Pero ¿y si fuera cierto?
¿Y si los días dorados se han acabado, y todo lo que podemos hacer es desear alcanzar la fluidez, pero no somos capaces?
Hoy hablamos sobre la verdad acerca del aprendizaje de idiomas en adultos, por qué se considera que los niños son mejores, y qué podemos aprender de ellos. ¡Incluso si tienes un trabajo a tiempo completo, cuidas de tus hijos o disfrutas de tu jubilación mientras hablamos!
La respuesta corta: los niños son buenos y los adultos, también. Todo depende del contexto en el que se interpreten los resultados de diferentes estudios.
No hay un consenso absoluto, sólido ni incuestionable sobre por qué los niños consiguen mejores resultados y alcanzan mayor fluidez en un segundo idioma, sino varias teorías que continúan surgiendo y aprobándose. El problema es que estos estudios ofrecen una visión limitada de lo que entendemos por «fluidez» o del significado de «conocer un idioma».
De hecho, otros estudios afirman que los adultos son mucho mejores aprendiendo idiomas y que superan a los niños en varias habilidades comunicativas. Pero, de nuevo, esto ocurre en un contexto muy controlado y es difícil aceptar que alguno de estos estudios muestre la verdad absoluta. Por eso, en realidad lo que deberías hacer es ¡centrarte en lo que tú mismo puedes hacer!
Veamos más de cerca lo que hace a cada grupo tan especial y de qué manera los adultos podemos mejorar, ya que no podemos retroceder en el tiempo. A menos que puedas. Si es así, por favor, ¡muéstranos tu máquina del tiempo!
Estos son los motivos que los estudios recogen para explicar el éxito de los niños en el aprendizaje de un nuevo idioma, especialmente si los comparamos con los adultos:
Los niños no están especialmente motivados o disciplinados para aprender idiomas. La razón que los impulsa a hablar es que quieren que la gente reaccione e interactúe, ya sea en su idioma materno o en un segundo idioma. Padres, maestros y compañeros interactúan constantemente con ellos en un lenguaje dado, y hablar tiene un sentido de pertenencia e incluso de supervivencia. No solo es curiosidad o gusto.
Los niños aprenden un idioma porque se ven obligados a ello. No están especialmente motivados o disciplinados, pero les gusta hacerse entender y recibir un feedback positivo de sus padres o incluso de desconocidos. A los padres les encanta oírlos hablar y sonríen cuando dicen algo nuevo, lo que los motiva a repetir las palabras. A los extraños les encanta hacerles preguntas y escuchar sus tiernas respuestas. Pero con los adultos, las cosas cambian.
Esto es algo evidente. Los niños tienen unas características cerebrales distintas de los adultos, con un nivel de plasticidad y una capacidad de absorción que tiende a disminuir con la edad. (Sin embargo, no desaparece al hacernos adultos, puedes leer más sobre esto aquí). Esto significa que pueden recordar palabras con más facilidad y reproducir sonidos de forma más precisa y con mayor rapidez.
Los padres y profesores quieren que los niños aprendan a hablar bien, por lo que los corrigen constante y rápidamente. Sin embargo, un adulto tiene miedo de corregir a otro, pues no quiere hacerle sentirse mal. Difícilmente les señalarán sus errores, salvo, por supuesto, si se trata de auténticos profesores de idiomas. ¡Siempre puedes contar con ellos!
Los niños aprenden vocabulario sencillo en pequeñas cantidades y repiten lo que padres, familiares y profesores refuerzan más a menudo. No estudian siete capítulos a la semana ni varios tiempos verbales durante el fin de semana. Tampoco tienen que intentar entender la complejidad de todo lo que se les plantea. No deben obtener un certificado de idiomas que les permita estudiar o trabajar en un determinado país. No necesitan preparar presentaciones de negocios ni saber escribir una carta formal en alemán en menos de un año. Las expectativas son diferentes según el grupo de edad, por lo que los niños parecen ser mejores aprendices de idiomas.
Las investigaciones sugieren que hay algo llamado fatiga de decisión: sentirse cansado físicamente y menos paciente después de tener que tomar muchas decisiones, incluso sobre cosas no muy importantes. Un niño de cinco años no tiene que pagar facturas, cuidar de familiares, preparar la comida, agradar al jefe. No tiene jornadas interminables y, desde luego, no tiene que tomar decisiones importantes a lo largo del día. Está claro. Esto les deja más espacio y energía en el cerebro para una memorización eficiente, más tiempo para jugar e interactuar de diferentes formas en su idioma meta, y prestan más atención a lo que ocurre a su alrededor.
Aquí tienes varias razones por las que se considera a los adultos mejores aprendices que los niños o, al menos, mejores en el proceso.
Los adultos son valientes. Se enfrentan a conflictos familiares, exceso de trabajo, problemas financieros. También al nerviosismo de exponerse a sí mismos con sus inseguridades en el día a día. Y, con todo, seguimos queriendo mejorar. Nos mostramos en el gimnasio, en las fiestas familiares, en el trabajo. Y también en las clases de idiomas a las que nos apuntamos, aunque nos sintamos inseguros o asustados por lo que pueda pasar o lo que los demás piensen de nosotros. Siendo lógicos, la estrategia y la resistencia también juegan a nuestro favor.
Los adultos aprendemos idiomas porque somos curiosos, apasionados, o porque creemos que merecemos un trabajo mejor o un país mejor en el que vivir. Estas razones pesan más que los miedos o las limitaciones que podamos tener. Tenemos conciencia a largo plazo de cómo podría ser nuestra vida y nos sentimos mejor con nuestro nuevo idioma. Incluso podemos tener un listado de motivos para aprender un idioma. Puede incluir entender tus canciones favoritas, sobrevivir a una entrevista de trabajo en otro idioma o comunicarte con tu pareja en su idioma materno.
Nuestra variedad de vocabulario es mucho mayor que la de un niño, por lo que podemos entender el significado de muchas palabras extranjeras comparándolas con nuestro idioma materno u otros que conozcamos. Además, muchos de los sonidos de nuestro nuevo idioma ya los conoceremos en nuestra propia lengua.
En la lengua y la comunicación hay mucho más que la pronunciación o hablar con buen acento, como el lenguaje corporal y otras señales sutiles. Estas habilidades se adquieren con la edad, la experiencia e interactuando con otras personas. Los niños no son tan eficaces como los adultos a la hora de entender e interpretar rápidamente el contexto para adivinar el significado, especialmente cuando la gramática o la pronunciación no son muy buenas.
Se han realizado estudios sobre si la edad tiene un gran impacto para lograr una buena pronunciación en un idioma extranjero. Y no lo tiene. Los adultos consiguen igual que los jóvenes un buen acento en un nuevo idioma. Sin embargo, ¿quieren realmente los adultos deshacerse de su acento para siempre? Algunos no quieren. Atrás queda el tiempo en que el objetivo principal de un estudiante era hablar con una pronunciación propia de un nativo. De hecho, hay gente que está orgullosa de su acento y no tiene intención de cambiarlo. ¡Lo ven como una muestra de valentía y compromiso!
Muchos han visto en esta característica de la mente adulta un auténtico problema. Después de todo, los niños aprenden de manera despreocupada, sin intentar entender todo lo que se plantea ante ellos. Eso es cierto. Sin embargo, la lógica adulta puede ayudarnos a encontrar los patrones de un nuevo idioma de una manera más eficaz, a unir los puntos, a entender la gramática rápidamente y a aplicar una regla sistemáticamente. ¿Por qué ignorar todo esto?
Como hemos visto, podemos aprender algunas cosas de los niños a la hora de estudiar un segundo idioma, pero esto no significa que debamos ignorar las ventajas de ser un estudiante adulto. ¿Qué podemos hacer para aprender un idioma de manera más eficaz?
Los niños hablan porque se sienten social y biológicamente obligados a ello, para que padres, profesores y compañeros les entiendan. Tú también necesitas esa impresión de urgencia y recompensa para mejorar en tu aprendizaje. Puedes conseguirlo si te sientes responsable: únete a una clase donde sepas que tu presencia se tendrá en cuenta y no será ignorada, y donde la gente te hable de forma personal y espere tu respuesta. Las apps no van a hacer eso por ti. Asegúrate de grabar tus progresos en audio o vídeo y compártelos con profesores, familiares o amigos de las redes sociales para que te den su opinión, comentarios o sugerencias para mejorar. Lo que nos lleva a…
Los niños hablan todos los días. También escuchan todos los días, y padres y profesores siempre les están haciendo preguntas para ayudarlos a mejorar. ¿Te has dado cuenta de que muchos de los adultos que se quejan de que no «pueden» aprender un idioma son los que solo estudian con apps, leen un manual una vez por semana o van a clase una vez al mes? ¿Cómo puede ser eso suficiente para mantener una lengua viva, cuando no hablan realmente con nadie en su lengua meta? Hablar cuanto antes debería ser tu prioridad.
Aprende primero lo más básico y empieza repitiendo las expresiones que la gente usa más, incluso si no puedes traducir todas las palabras o entender la lógica de lo que ves. El siguiente paso es hacer esas expresiones tan naturales —hablando y repitiendo— que no tengas que pensarlas más, antes de pasar a cosas más complicadas. Lo peor que puedes hacer es tratar de memorizar listados de verbos o empollar sin más.
La gente escucha a un niño decir «Me encanta el chocolate» con un perfecto acento francés y dice: «¡Oh, los niños son increíbles aprendiendo idiomas, auténticas esponjas!». Sin embargo, escuchan la presentación de un adulto en francés con un par de errores gramaticales y algún fallo de acento y afirman que los adultos tienen dificultades con los idiomas. ¿Ves el problema? Piensa en ti como un niño que está aprendiendo un nuevo idioma. ¿Serías tan duro con un niño de seis años que no pudiera hacerlo todo perfecto a la primera?
Acepta las correcciones. Agradece las correcciones. Adora las correcciones. Enfádate cuando no te corrijan. Y esto significa aceptar los errores, el riesgo, la repetición y un cierto grado de vergüenza. ¿Cómo puedes hacerlo? Sé sincero con tus profesores, tutores, compañeros de idiomas, amigos de las redes sociales e incluso miembros de tu familia, si procede. Quieres que te corrijan y te enfadarás si no lo hacen. Ser una versión mejor de ti mismo siempre será más importante en tu escala de prioridades que un par de segundos de vergüenza.
Hay una razón por la cual los niños aprenden cantando, escuchando canciones una y otra vez, viendo dibujos o leyendo tebeos. El cerebro, cuando está relajado y sin presiones, te ayudará a tener más energía y capacidad para absorber el idioma que necesites aprender, más que cuando eres consciente y te preocupas de cómo lo estás haciendo. Sigue añadiendo canciones a tus playlists, series y canales de YouTube en tu rutina, pero no descartes series de dibujos para adultos, cómics o incluso vídeos de karaoke para cantar tus canciones favoritas en tu idioma meta.
No eres más torpe, solo necesitas una estrategia diferente.
Imagínate esto: ¿Le dirías a una persona enferma y con sobrepeso que en este momento está a dieta: «Deberías haber empezado de niño. Habría sido mejor y ahora no tendrías que hacer esto»?
Eso sería inútil y desmotivador. ¿Por qué? Porque esa persona ya no puede hacer nada con respecto a su infancia. Eso no significa que no lo intente siendo adulto. Vemos fantásticos resultados cuando la gente se compromete, así que ¿por qué no deberían hacerlo? El cuerpo funciona como lo hace bajo determinadas circunstancias, y se desarrolla cuando seguimos ciertas estrategias. Lo mismo ocurre con los idiomas y el cerebro.
Aún se desconoce mucho acerca del cerebro y de cómo funciona. Seguimos descubriendo más y más sobre los diferentes juegos, metodologías de aprendizaje, herramientas y métodos de repetición que podemos usar para aprender idiomas de forma más rápida y eficiente.