Por Adriana Stein
Actualizado el December 1, 2022
La identidad cultural puede ser un asunto delicado para algunos expatriados. Desarrollas un nuevo sentido del hogar, a menudo empiezas a aprender un nuevo idioma y adquieres nuevos hábitos basados en esa nueva cultura. Todo esto forma parte del proceso normal de mudarse al extranjero, así que, si te sientes extraño por experimentar cambios en tu identidad cultural, debes saber que no eres el único.
La identidad cultural nos hace ser lo que somos y nos da un sentido de pertenencia a grupos concretos. Abarca muchos aspectos de nuestras vidas, incluyendo:
… y mucho más.
Incluso si sigues viviendo en el mismo lugar en el que naciste, es posible que tengas múltiples identidades culturales. Por ejemplo, puede que tus padres sean de diferentes países y tú seas lo que se denomina un “niño de tercera cultura”. Sea cual sea tu situación, tu identidad cultural es la forma en que tú mismo, como individuo, la percibes, y eso es algo que puede ir cambiando con el tiempo.
¿Qué pasa con la identidad cultural cuando te mudas a un nuevo país? Mucho más de lo que podía llegar a imaginar. Hace cuatro años me mudé a Hamburgo, Alemania, desde los Estados Unidos en busca de un nuevo comienzo. Parte de la razón por la que me mudé aquí fue que, a primera vista, la cultura americana y la alemana no me parecían tan diferentes. Pero cuanto más tiempo llevo aquí, más me doy cuenta de que son muy distintas, y del mismo modo que esas diferencias me influyeron, mi identidad cultural también fue cambiando.
Depende de cada individuo que los cambios que se producen en la identidad como expatriado sean positivos o negativos. Para mí, hay un poco de ambos. Hay algunos aspectos de la cultura alemana que he abrazado y que adoro con toda mi alma, y hay otros a los que me cuesta ver la lógica. Cuando decides ser un expatriado, no puedes pretender que el nuevo país en el que vives no te cambie. Es inevitable. También es algo que quería experimentar, habiendo crecido en un pequeño pueblo de Oregón donde había más vacas que personas.
Lo que poco a poco ha comenzado a desarrollarse dentro de mí son dos identidades. Estoy yo como “americana” y yo como una “expatriada americana en Alemania”. No puedo decir que soy “alemana” porque no creo haber vivido aquí el tiempo suficiente (aunque de nuevo esto depende de cada persona). Y, para mí, estas son dos identidades diferentes, porque están configuradas de forma completamente diferente. Por ejemplo, mi identidad “americana” quiere un coche para ir a todas partes, pero mi identidad de “expatriada americana en Alemania” se ha acostumbrado por completo a vivir sin coche y a depender del transporte público.
Siempre me pregunto qué significa “hogar” para mí. ¿Es Oregón mi hogar? ¿Es Hamburgo mi hogar? ¿Cuánto tiempo necesito vivir en Hamburgo para llamarlo hogar? ¿Puedo tener más de un hogar? No hay una respuesta correcta o incorrecta a estas preguntas. La conclusión a la que he llegado es que mi “”hogar”” se basa en gran medida en las personas con las que estoy. Cuando me siento realmente cómoda con quien estoy y disfruto de cualquier actividad que estemos haciendo, eso hace que me sienta en mi hogar. Me siento así cuando estoy viendo Netflix con mi pareja el fin de semana (una tercera identidad empieza así a desarrollarse, porque él es turco), pero también cuando estaba viajando por Islandia con otros expatriados.
Una vez conocí a una persona que respondió a la pregunta “¿De dónde eres?” con “Soy un ciudadano global”. Nació en Francia, pero pasó 10 años en la India durante su infancia, luego vivió en Rusia, Suiza y, más tarde, en Alemania. Dijo que no tenía lengua materna ni identidad nacional. Era una combinación enorme sin raíces. Aunque puede que sea un ejemplo extremo, he recordado siempre esta respuesta y de alguna manera me hizo sentir mejor al no tener que elegir una identidad definitiva o un hogar.
En muchos casos, mudarse a un nuevo país significa aprender un nuevo idioma. Pero, aunque te mudes a un país con el mismo idioma, seguirás experimentando algunos cambios. Los idiomas son locales, y por eso existen diferentes dialectos, acentos y léxico dentro de un mismo país.
Cuando me mudé a Hamburgo, tuve que cambiar la forma en que hablaba inglés, porque la mayoría de los europeos aprenden inglés británico. Tuve que cambiar nuestro “flat” por “apartment” y “lift” por “elevator” para asegurarme de que las personas me entendieran. Ahora que llevo aquí algunos años, creo que ya no hablo un inglés americano puro. Cuando hablo con mi familia por teléfono me cuesta recordar algunas frases americanas, y mi hermana también dice que ya no digo “yeah” correctamente.
Cuando empecé a aprender alemán, mi forma de hablar cambió mucho. Cuanto más avanzaba y más a menudo hablaba, más me daba cuenta de que estaba empezando a olvidar por completo las palabras en inglés. También desarrollé una personalidad diferente cuando hablaba alemán, porque un idioma se basa intrínsecamente en la cultura. Cuando hablo alemán, soy mucho más asertiva y formal que cuando hablo inglés.
En definitiva, lo que podría destacar es que si eres un expatriado no puedes evitar los cambios de identidad cultural, y simplemente tienes que dejarte llevar.
Cuando eres un expatriado, tu definición de familia probablemente también cambiará (especialmente si te pasa como a mí y tu familia está en el otro extremo del mundo). Al poco de mudarme me di cuenta de que mi mentalidad a la hora de hacer amigos era completamente diferente que en Estados Unidos. Donde antes me bastaba con ver a un amigo para tomar una cerveza, ahora me centraba mucho más en los amigos a los que podía llamar cuando necesitara ayuda y que entendían lo difícil que puede resultar ser un expatriado.
A menos que seas un bicho raro, todo el mundo necesita una familia. Es lo que nos mantiene arraigados y nos hace sentir amados. Como expatriada, he aprendido que la familia no tiene por qué basarse en la herencia, la religión o incluso el propio idioma. La familia es la gente que está ahí para mí y nos apoyamos mutuamente contra viento y marea.
Otro aspecto de la identidad cultural que no me esperaba era lo extraña que me sentía al regresar a mi país natal, lo que también se conoce como choque cultural inverso. Sí, seguía siendo americana, pero algo en mí había cambiado. Vi los Estados Unidos bajo un enfoque completamente nuevo e incluso me sentí un poco incómoda. Una cosa que realmente me impactó fue la primera vez que me senté en un café. Sentía mucho ruido a mi alrededor y no sabía por qué.
Me di cuenta de que era porque podía entender a todo el mundo. Me había acostumbrado a desconectar de la gente que hablaba en idiomas extranjeros, porque eso es muy común en Alemania. Muchas veces tengo cuatro idiomas o más a mi alrededor en Hamburgo, pero en Estados Unidos no es tan habitual. Ahí llegué a la conclusión de que no solo había desarrollado mi identidad de expatriada, sino que esto también había influido en mi identidad original estadounidense.